"Una frase Millonaria"

"Una frase Millonaria"

miércoles, 23 de mayo de 2012

La suerte está echada


Desde este blog no se busca hacer ningún tipo de alusión esotérica. Ni tampoco disminuir responsabilidades. Las cartas ya fueron elegidas y las que se jugaron ya están en la mesa. Pero, más allá de errores e impericias evitables, sin dudas River Plate no cuenta con ese atributo tan esencial como indispensable para ser campeón: la bendita y renombrada suerte. Hace ya algunos años, una película industria nacional muy cómica (en la que trabajaban los actores Gastón Pauls y Diego Peretti), hacía una parodia de la suerte con la que contaban unos y otros. Trasladado sin escalas al mundo riverplatense, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Guillermo Brown de Madryn, era un puerto seguro. El rival más fácil de las cinco finales que quedaban. Al menos desde los números. Una goleada visitante como antecedente inmediato. Números desiguales en la tabla y sobre todo en planteles. Era sabido que los sureños iban a llegar a defenderse hasta con las ballenas pero iban a ser punzantes como tiburones en los ataques. Si olían sangre, iban a morder. Y así fue. Un puñado de acciones ofensivas en El Munomental y dos goles a favor... dos puntos en contra para el Millo.
Rosario Central, próxima parada del tren riverplatense, había triunfado como local por 2 a 0 ante Atlético Tucumán. El encuentro ante los de Madryn, exigía un plus de parte del conjunto de Almeyda para no perderle pisada y no ir así a Arroyito con la soga apretándole el cuello. Y, por lo visto, algunos jugadores no lo entendieron. Un ejemplo concreto, es el extraño caso de Juan Manuel Díaz, que venía teniendo un torneo muy bueno, pero falló de manera muy inocente en los últimos dos partidos. Primero ante los tucumanos, dejó escapar a su marca y River empezó perdiendo por uno a cero en la tierra de las empanadas, con un gol del ex boca Fondacaro. Y luego deformó su performance de manera estrepitosa: en el primer gol de Brown pierde la marca del volante y este la clava en un ángulo. En el segundo peor, con el equipo jugado completamente en ofensiva (cinco delanteros más el indescifrable Carlos Sánchez) se queda desorientado en la mitad de la cancha y por su zona, ¡Daniel Villalba! intenta un cierre desesperado sin efecto alguno. Faltaba un minuto para el final del encuentro y River perdía la punta del torneo, por una desconcentración muy "inocente", como diría el Pelado días después en conferencia de prensa.
En el medio de este lío hubo de todo, menos suerte. Tiros en los palos, definiciones apresuradas, goles salvados en la línea. Un David Trezeguet extrañamente fallido. De todo, menos goles. Sólo dos y no fruto de lo inexplicable. El primero una joya del capitán Fernando Cavenaghi, que hizo rememorar tiempos pasados. Un tiro libre bellísimo que se coló en el ángulo derecho. El segundo gol fue obra de la insistencia ofensiva y la viveza del Keko Villalba. Porque si bien se le pueden machacar varias decisiones a Matías Almeyda, la realidad es que este equipo tiene una identidad y esa es ir a buscar todos los partidos. De visitante y de local. Por eso, llamó mucha la atención comentarios de algunos periodistas que hacían creer que este momento se parecía al del equipo que descendió. No, señor. Ni por asomo. Este equipo tendrá algunas inconsistencias defensivas (perdió puntos al finalizar en al menos cinco partidos), pero nunca bajó de los puestos de ascenso directo. ¿Quién dijo que iba a ser fácil?

lunes, 7 de mayo de 2012

Treze, el número de la suerte


Trece son los partidos por liga que ya disputó el francés con la banda que le cruza el alma. Nueve son los goles que marcó, que representan claramente esa posición que suele ocupar en la cancha. Trezeguet es su apellido, y David es el nombre que ilusiona a todo el Mundo River. Sin dudas, a esta altura se puede afirmar sin ofender a nadie, que el franco argentino es el mejor refuerzo millonario de los últimos diez años. Su influencia dentro del campo de juego es determinante. Sus movimientos son un lujo. Y sus ganas, transmiten alegría a un pueblo golpeado como lo es el público riverplatense. Su gol ante Gimnasia de Jujuy otra vez obsequio aire. Y agigantó las ilusiones. Claro, esta victoria dejó al Millo a un punto de la cima (Instituto empató como local ante Brown de PM) y con una furia incontenible.

En el medio de esto hubo un partido. Chato, sin ideas  y tenso. Matías Almeyda, en su afán por encontrar al equipo ideal (raro que todavía no lo haya encontrado a esta altura del certamen) le dio una vuelta de tuerca al esquema y presentó un 4-4-2 súper cauteloso ante uno de los peores conjuntos del torneo. Afuera el Chori (Domínguez), adentro Luciano Vella (¿por qué juega?). Durante todo el primer tiempo el Millo buscó ser prolijo. Leonardo Ponzio, de enorme partido, se hizo cargo de la distribución. Junto a Ezequiel Cirigliano buscó abrir la cancha y no perder la pelota. Tuvo sus chances (Fernando Cavenaghi mano a mano y algunos centros de pelota parada), pero se notaba que no era el camino. Los murmullos se mezclaban con las palabras de aliento. Es así el Monumental. Por momentos explota y da miedo y por otros, los jugadores sienten el rigor y peso de la historia.

El segundo tiempo traería consigo respuestas y sorpresas. Carlos Sánchez, de muy bajo nivel, salía reemplazado por Lucas Ocampos. El quilmeño a su perfil auténtico. Y una exigencia por derecha. Puede gustar o no la displicencia de Lucas, pero que es un motor por el carril (sea cual fuere) no acepta ninguna duda. Esa fue la primera señal de vida que dio el Pelado. La segunda tuvo nombre y apellido. Domínguez, extrañamente prohibido, ingresó por un Cavenaghi golpeado (física y anímicamente). Y esa fue la sorpresa-solución. El Chori entró para estropear los últimos metros. Y lo consiguió. Desniveló sin parar, hasta darle un pase a la cabeza a Trezeguet. El nombre del gol.  1 a 0, victoria ansiada y a respirarle la nuca a Instituto.

Deberá replantearse varias cosas Almeyda. Desde esta columna nunca se buscó entrometerse en el trabajo de los que saben, pero lo llamativo es que, si un esquema le dio un triunfo ante el puntero y un empate inmerecido ante el quinto como visitante, se elija un dibujo táctico ultra conservador ante uno de los peores equipos del certamen. Quedan seis finales. Únicas e irrepetibles, deseamos. La fe está depositada en Jesús (Almeyda). Las herramientas están. El apoyo también. Vamos todos por ese regreso adónde nunca nos tuvimos que haber ido.