Trece son los
partidos por liga que ya disputó el francés con la banda que le cruza el alma.
Nueve son los goles que marcó, que representan claramente esa posición que
suele ocupar en la cancha. Trezeguet es su apellido, y David es el nombre que
ilusiona a todo el Mundo River. Sin dudas, a esta altura se puede afirmar sin ofender
a nadie, que el franco argentino es el mejor refuerzo millonario de los últimos
diez años. Su influencia dentro del campo de juego es determinante. Sus
movimientos son un lujo. Y sus ganas, transmiten alegría a un pueblo golpeado
como lo es el público riverplatense. Su gol ante Gimnasia de Jujuy otra vez
obsequio aire. Y agigantó las ilusiones. Claro, esta victoria dejó al Millo a
un punto de la cima (Instituto empató como local ante Brown de PM) y con una
furia incontenible.
En el medio de
esto hubo un partido. Chato, sin ideas y
tenso. Matías Almeyda, en su afán por encontrar al equipo ideal (raro que
todavía no lo haya encontrado a esta altura del certamen) le dio una vuelta de
tuerca al esquema y presentó un 4-4-2 súper cauteloso ante uno de los peores
conjuntos del torneo. Afuera el Chori (Domínguez), adentro Luciano Vella (¿por
qué juega?). Durante todo el primer tiempo el Millo buscó ser prolijo. Leonardo
Ponzio, de enorme partido, se hizo cargo de la distribución. Junto a Ezequiel
Cirigliano buscó abrir la cancha y no perder la pelota. Tuvo sus chances (Fernando
Cavenaghi mano a mano y algunos centros de pelota parada), pero se notaba que
no era el camino. Los murmullos se mezclaban con las palabras de aliento. Es
así el Monumental. Por momentos explota y da miedo y por otros, los jugadores
sienten el rigor y peso de la historia.
El segundo
tiempo traería consigo respuestas y sorpresas. Carlos Sánchez, de muy bajo
nivel, salía reemplazado por Lucas Ocampos. El quilmeño a su perfil auténtico.
Y una exigencia por derecha. Puede gustar o no la displicencia de Lucas, pero
que es un motor por el carril (sea cual fuere) no acepta ninguna duda. Esa fue
la primera señal de vida que dio el Pelado. La segunda tuvo nombre y apellido.
Domínguez, extrañamente prohibido, ingresó por un Cavenaghi golpeado (física y
anímicamente). Y esa fue la sorpresa-solución. El Chori entró para estropear
los últimos metros. Y lo consiguió. Desniveló sin parar, hasta darle un pase a
la cabeza a Trezeguet. El nombre del gol. 1 a 0, victoria ansiada y a respirarle la nuca
a Instituto.
Deberá replantearse
varias cosas Almeyda. Desde esta columna nunca se buscó entrometerse en el
trabajo de los que saben, pero lo llamativo es que, si un esquema le dio un
triunfo ante el puntero y un empate inmerecido ante el quinto como visitante,
se elija un dibujo táctico ultra conservador ante uno de los peores equipos del
certamen. Quedan seis finales. Únicas e irrepetibles, deseamos. La fe está
depositada en Jesús (Almeyda). Las herramientas están. El apoyo también. Vamos
todos por ese regreso adónde nunca nos tuvimos que haber ido.
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