"Una frase Millonaria"

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lunes, 7 de mayo de 2012

Treze, el número de la suerte


Trece son los partidos por liga que ya disputó el francés con la banda que le cruza el alma. Nueve son los goles que marcó, que representan claramente esa posición que suele ocupar en la cancha. Trezeguet es su apellido, y David es el nombre que ilusiona a todo el Mundo River. Sin dudas, a esta altura se puede afirmar sin ofender a nadie, que el franco argentino es el mejor refuerzo millonario de los últimos diez años. Su influencia dentro del campo de juego es determinante. Sus movimientos son un lujo. Y sus ganas, transmiten alegría a un pueblo golpeado como lo es el público riverplatense. Su gol ante Gimnasia de Jujuy otra vez obsequio aire. Y agigantó las ilusiones. Claro, esta victoria dejó al Millo a un punto de la cima (Instituto empató como local ante Brown de PM) y con una furia incontenible.

En el medio de esto hubo un partido. Chato, sin ideas  y tenso. Matías Almeyda, en su afán por encontrar al equipo ideal (raro que todavía no lo haya encontrado a esta altura del certamen) le dio una vuelta de tuerca al esquema y presentó un 4-4-2 súper cauteloso ante uno de los peores conjuntos del torneo. Afuera el Chori (Domínguez), adentro Luciano Vella (¿por qué juega?). Durante todo el primer tiempo el Millo buscó ser prolijo. Leonardo Ponzio, de enorme partido, se hizo cargo de la distribución. Junto a Ezequiel Cirigliano buscó abrir la cancha y no perder la pelota. Tuvo sus chances (Fernando Cavenaghi mano a mano y algunos centros de pelota parada), pero se notaba que no era el camino. Los murmullos se mezclaban con las palabras de aliento. Es así el Monumental. Por momentos explota y da miedo y por otros, los jugadores sienten el rigor y peso de la historia.

El segundo tiempo traería consigo respuestas y sorpresas. Carlos Sánchez, de muy bajo nivel, salía reemplazado por Lucas Ocampos. El quilmeño a su perfil auténtico. Y una exigencia por derecha. Puede gustar o no la displicencia de Lucas, pero que es un motor por el carril (sea cual fuere) no acepta ninguna duda. Esa fue la primera señal de vida que dio el Pelado. La segunda tuvo nombre y apellido. Domínguez, extrañamente prohibido, ingresó por un Cavenaghi golpeado (física y anímicamente). Y esa fue la sorpresa-solución. El Chori entró para estropear los últimos metros. Y lo consiguió. Desniveló sin parar, hasta darle un pase a la cabeza a Trezeguet. El nombre del gol.  1 a 0, victoria ansiada y a respirarle la nuca a Instituto.

Deberá replantearse varias cosas Almeyda. Desde esta columna nunca se buscó entrometerse en el trabajo de los que saben, pero lo llamativo es que, si un esquema le dio un triunfo ante el puntero y un empate inmerecido ante el quinto como visitante, se elija un dibujo táctico ultra conservador ante uno de los peores equipos del certamen. Quedan seis finales. Únicas e irrepetibles, deseamos. La fe está depositada en Jesús (Almeyda). Las herramientas están. El apoyo también. Vamos todos por ese regreso adónde nunca nos tuvimos que haber ido.

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