¿Fútbol espectáculo? ¿Fútbol champagne? ¿Fútbol show? Que lejos que estamos… La situación en la que se encuentra inmerso el deporte más popular del planeta tierra se podría identificar fácilmente: es como si estuviese en un estado de implosión permanente. Como si el desarrollo de la táctica y la estrategia estuviera fusilando de frente y contra una pared a la técnica, gambeta y fútbol estéticamente agradable a los ojos. No hay que perder de vista que por más que sea un negocio multimillonario del que muerden miles de cocodrilos, no deja de ser un entretenimiento…
Está más que claro que cada vez son menos los que apuestan a los discursos líricos, a un fútbol romántico. Muy pocos directores técnicos exigen como premisa básica y universal el buen trato de balón. Los menos son los que ostentan como verdad insoslayable que la pelota ruede al ras del piso y buscan de manera utópica como principio máximo la sana y pura intención de construir en vez de destruir. Los casos son pocos: Joseph Guardiola ( a la cabeza), siguiendo por excepciones (enormes) en cada liga importante y competitiva.
Si bien en los últimos años se venía potenciando este sencillo estilo de fútbol (Grecia campéon Eurocopa 2004, Italia con su catenaccio en el Mundial 2006, Mourinho y su táctico Internazionale de Milán victoriosos en la Champions League 2009/2010, Peñarol finalista Copa Libertadores 2011, etc.) esta dramática situación ¿empeoró? En la CA2011 Argentina. Claramente los actuales semifinalistas de este antiguo torneo continental fueron los que menos propusieron en sus series de cuartos de final y, a su vez, más obtuvieron. Me imagino que saldrán los puristas de siempre fanfarroneando que “los partidos se ganan”, y yo les responderé hay modos y modos. Obviamente, los cuatro casos son diferentes.
Comencemos con Uruguay, recuerdo fresco y doloroso. El verdugo del sábado pasado, es un equipo que prioriza la destrucción ante la creación. Si bien tiene jugadores técnicamente muy bien dotados (sea el caso de Diego Forlán, Luis Suarez o Alvaro Pereira), el partido de cuartos de final ante su par albiceleste dejó bien en claro y al descubierto su idea de realizar fouls tácticos constantemente, maximizar las situaciones de pelota parada y luchar-combatir todos los balones en igualdad o desigualdad de condiciones. Leal, pero no por eso virtuoso y agradable. El caso de Perú y Venezuela es muy similar: en sus encuentros (ante Colombia y Chile, respectivamente) optimizaron sus contadas posibilidades de gol, contaron con arqueros salvadores, delanteros rivales ineficaces y la tan nombrada y bendita suerte de campeón (pérdida de goles increíble, palos excelentemente bien ubicados, etc).
Pero lo realizado por Paraguay (perdón hermanos guaraníes) roza el papelón: todavía en lo que va del certamen no ganó un encuentro en tiempo reglamentario, está en semifinales y venció a la poderosa Brasil de pura suerte en los 90 minutos y en los penales. Ahora bien, de lo que sí no nos podemos quejar es que el fútbol cada vez está más igualado... para abajo
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