
Se habló mucho en la previa. Demasiado. Se consideró que este River-Quilmes era una final anticipada. Demasiado para la fecha número 23 de un campeonato “tan largo”. Pero la realidad marcaba que se enfrentaban dos de los cuatro mejores equipos del certamen. El elenco del sur venía entonadísimo con 5 triunfos en hilera y una ametralladora de goles a favor. “
En vísperas de la serie de shows del gran Roger Waters, se podría decir que el entrenador de la barba candado se inspiró en Pink Floyd y dibujó un verdadero “muro defensivo”. Extraño quizás, pero si se analiza fríamente no tanto. El conjunto de Aníbal Fernández llegaba al Monumental con un andar arrasador pero el respeto por el manto sagrado y la historia no se pierden fácilmente. Caruso prefirió sacar un delantero, sumar un volante y tejer una maraña defensiva que le permitiera mantener ese cero bendito en su arco y llevarse a la zona sur del Gran Buenos Aires, un punto valioso para su estrategia de campaña. El
Igualmente, el resultado no marca la tendencia del encuentro. Por más que parezca este no fue un 0 a 0 aburrido. Contó con muchísimas emociones y hay que destacar que River Plate intentó de todas maneras. Tuvo al excéntrico Alejandro Domínguez manejando la batuta de la mejor manera. Contó con un montón de ocasiones de gol que, por aciertos de Emanuel Trípodi (arquero visitante) y falencias de los delanteros del Millo en las definiciones, no pudieron besar la red. Tres disparos del Chori (uno rozó el ángulo), una volea de Leonardo Ponzio que explotó el palo derecho y dos mano a mano errados increíblemente (uno de Fernando Cavenaghi y otro de David Trezeguet) fueron las jugadas más peligrosas con las que contó el equipo del Pelado para intentar vulnerar al Cervecero. El elenco de Matías Almeyda buscó por todos lados, pero no pudo romper “The Wall” que había diseñado el team visitante para este encuentro tan importante.
Un párrafo aparte merece la actuación del eléctrico e inefable árbitro Pablo Lunatti. Una actuación para el olvido, que contó con expulsiones a los técnicos y un siga siga tremendo ante un penalazo hecho a Alejandro Domínguez. La vehemencia con la que el arbitraje dirige al “Millonario” debería ser considerada por la dirigencia y tomar cartas en el asunto. Nadie quiere que se vuelva a repetir lo de Pezzota y Loustau en la fatídica temporada del descenso.
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