Se podría denominar como una tarea imposible escribir y describir esta situación que padece el Millonario en la actualidad. Ya todo está dicho, pero parece que también todo está por decirse. El año 2011 fue el de los golpes bajos. El más duro en más de un siglo de rica historia. El de los puñetazos por la espalda. El de las puñaladas al corazón. Pero ¿qué se puede decir del hincha riverplatense? En los últimos años, se bancó eliminaciones dolorosas en copas internacionales, un último puesto escrito con tinta indeleble, derrotas clásicas, una promoción carísima y un descenso inédito, triste y decepcionante. Y ellos, firmes. Acá, allá, afuera y adentro. En todos lados, estuvieron. No fallaron y se bancaron las bromas y risas hasta el hartazgo. No abandonaron jamás, como reza el resabio tribunero. Es más, en las malas parecieron multiplicarse. No alcanzaron las tribunas ni las entradas…
Pero quedarse en ese mimo al corazón del hincha, es básico y no sirve para el crecimiento y el desarrollo. Antes (quizás bastante lejano para las nuevas generaciones) se disfrutaba de la triple G, y no hablamos de un término sexual ni nada parecido, sino del famoso dicho: Ganar, Gustar y Golear; que tanto representó al Ser de River durante sus 110 años de historia grata y magnífica. Ahora parece alcanzar con el correr y meter, como si fuese un partido eterno de Los Pumas por su honor. No, eso no basta. Sino todos no admirarían al Barcelona de Pep Guardiola y Lionel Messi. Imagínense a Xavi Hernández pegando patadas o a Andrés Iniesta corriendo jugadores por todo el terreno de juego…
Por suerte Matías Almeyda captó el mensaje. Al sacrificio le agregó recorrido por las bandas (léase Lucas Ocampos y Carlos Sánchez). Y al fútbol lo condimentó con un exquisito Chori Domínguez. Y a la finalización de las jugadas, entiéndase por lo más difícil del fútbol, tuvo la suerte de encontrar un ídolo que bajó del pedestal del hincha para marcar 13 goles en un Nacional B complicadísimo. Un genial Fernando Cavenaghi tomó la cinta de capitán y el timón de este barco, durante la peor tormenta de su historia. Durante el torneo descubrió el primer pase de Ezequiel Cirigliano. Pero con eso no bastó. Hubo equipos que se cerraron como bóvedas y otros que contaron con una suerte inexplicable (llámese Boca Unidos o Instituto), pero lo cierto es que el Pelado supo que en algunos momentos no contó con ese delantero de más que le faltaba. La dirigencia no hizo oídos sordos y trajo al que todos poníamos como centrodelantero en
Por eso, sólo resta un semestre y Almeyda tiene crédito de sobra. En su primer campeonato “corto”, demostró que el buzo no le quedó grande. Ahora debe demostrar si le puede dar ese salto de calidad que el “Millo” tanto necesita. La fe esta depositada en él. Por algo, y apelando al misticismo, su segundo nombre es Jesús…
No hay comentarios:
Publicar un comentario