Papá por siempre. No estamos hablando de una película taquillera de Robin Willams en los noventa. Ni tampoco de una comedia pochoclera de Guillermo Francella. Sino, de lo que significa que jueguen River y Racing un partido de fútbol.
Es abrumadora e indudable la diferencia en el historial entre ambos equipos (superior a los 40 partidos), pero a veces hasta parece risueño el nivel que muestra el Millo en cada presentación ante
Hasta ayer, que con un nivel superlativo de Alejandro Domínguez y compañía, el equipo de Matías Almeyda venció al de Alfio Basile por
El Pelado apostó por su base titular y no se equivocó. Planteó un esquema ofensivo y agresivo ante un dibujo de Basile que, sin dudas, se vislumbraba dubitativo, y lo apabulló con la movilidad del Chori y Lucas Ocampos y la seguridad de Ramiro Funes Mori y Jonatan Maidana. De entrada, el ex Valencia dominó el campo de juego y le ganó las espaldas a Yacob. De ahí en más, se generaron al menos cinco ocasiones de gol que pudieron haber puesto punto final al encuentro en la etapa inicial.
Para los segundos 45 minutos, el Coco tomó nota y mandó a la cancha un equipo más combativo. Las piernas pesaron y el encuentro se torno monótono, hasta que los flashes estelares iluminaron el José María Minella. David Trezeguet, fantástico goleador que despertaba grandes incertidumbres en la previa, debutó con “la banda que le cruza el alma” y se movió como si hubiera sido millonario de toda la vida. Pivoteó, pidió la pelota, asistió y definió como lo que es: un killer campeón del Mundo. Dio para la ilusión su debut, pero no deja de ser un partido de verano…
Seguramente Almeyda se llevó más certezas que dudas, pero si no repite resultado el 25 próximo ante los primos, será un baldazo de agua fría ante tanto fervor veraniego.
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