
Este análisis ya lo marcamos con anterioridad. Ni “tan tan” ni “muy muy”. El nivel de River, es alentador por momentos y decepcionante por otros. No le escapa a la mediocridad del actual fútbol argentino. Y ahí, es cuando aparecen los grandes nombres. Las individualidades determinantes. David Trezeguet, Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez, cada uno en su medida, marcan la diferencia en cualquier categoría. Si bien, actualmente es el turno del francés en destacarse por sobre el resto, “Cave” y “Chori” supieron hacerlo en momentos clave, para que River en esta actualidad se encuentre peleando el ascenso, palmo a palmo, con Instituto, muy buen equipo cordobés.
Como todos los encuentros que se disputaron en este certamen, y sobre todo en el Monumental, el match ante Ferrocarril Oeste, no escapó a la lógica. El conjunto de Carlos Trullet vino a hacer su negocio, cómo lo hizo en todo el campeonato. Mantener el cero en su arco y marcar un gol en el momento oportuno. El orden defensivo del visitante y mal estado del campo de juego, eran dos obstáculos muy difíciles de sobrepasar para el team de Matías Almeyda. Si bien la premisa de “
Y así fue. Los ingresos del “Keko” Villaba y Martín Aguirre, le dieron chispa a una braza que de a poquito se apagaba. El “Pelado” terminó jugando con 3-4-3, súper ofensivo que desnuda las intenciones de River. Los partidos se ganan en noventa minutos y si no se pueden triunfar por juego asociado, pesan las individualidades. Pero nadie puede quitarle el mérito a Almeyda, de que ante Ferro, se la jugó por el bien de su equipo y no apostó a que lo salvaran los héroes de siempre.
Primero Ramiro Funes Mori, tras una guapeada del galo en el área, abrió el marcador. Después el otro “Melli”, desniveló en dónde pesan las piernas y le cometieron un penal, que ajustició David. Y luego, en tan sólo 10 minutos Trezeguet, copió a su amigo Zinedine Zidane y dibujó una volea deliciosa que besó el ángulo. Delirio, fantasía y optimismo. Porque, con “David Treze la ilusión”.
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